Por Any Verdeja
El poder de una llamada telefónica puede ser tan inconmesurable como el universo mismo, el teléfono puede eventualmente ser la herramienta y a la vez el escudo para expresar lo que sentimos de forma inmediata, mejor que un chat; con la voz del otro directa a nuestro oído hace que la comunicación sea íntima, introspectiva, cercana y hasta medicinal.
Una llamada telefónica a quien amamos puede reconstruir absolutamente nuestro mundo inmediato, es la vía perfecta para viajar a lado de alguien a quien añoramos y no toma demasiado tiempo como lo haría una carta escrita; el “voz a voz” es una de sus mejores cualidades, es directa, interactiva; una llamada telefónica teje, enlaza, abraza, une, descubre, libera.
Esencialmente libera, si llamas a tu madre por ejemplo, y entre las cosas que tienes que decirle es: “sí es neta, para qué te miento, para qué te echo choro. Sí, yo maté a papá…yo maté a la hermana de tu novio”, debe ser liberador.
La llamada es sencillamente escalofriante. La comunicación finaliza con un “te quiero hijo”. El monstruo de Toluca decide “quemar” su única llamada telefónica para contactar a su madre, saber si ella está bien y saber en dónde están sus perros: “Yo nomás quería que mis mascotas estuvieran bien. Si mis mascotas están chidas, de mí que sea lo que sea” dice.
En el transcurso de la llamada, el hijo asesino, el hijo feminicida, el hijo monstruoso señala a su mamá la preocupación porque ella y su familia estén bien, quiere saber si las autoridades no los acosan o los molestan: “Tú chida…Y aparte, yo no quería, ya ves que me contaste que los fueron a levantar para buscarme y todo, ya no quería que tuvieran broncas por mí, y menos tú. Entonces, era eso. Nomás quería saber si ya estás bien, si ya no los acosan”.
Ante la angustia de la madre por la condición de su hijo asesino, pregunta si está bien: “Ahorita en el proceso estoy solo. Pero tarde o temprano me van a mandar donde están todos, y ahí sí voy a saber lo que es bueno. Pero no me importa. Tú no te preocupes, tú sigue con tu vida. Tampoco te voy a decir que me arrepiento. No. Nadie me va a quitar lo que hice.”, detalla.
“¿No te han golpeado?”, pregunta la madre. “¿Golpeado? ¡No! Y si me golpean no te preocupes, no pasa nada. Si te llegan a decir que se suicidó en la celda, no pasa nada. Si te llegan a decir que lo descuartizaron, no pasa nada […] Es lo que puede pasar aquí y lo acepto”.
“En serio no quiero que vengas a verme seguido… mira, me la van a dejar caer bonito, ahorita nada más me están sentenciando por lo de Jessica, pero ya me están investigando las cinco anteriores, entonces (se ríe), no, eh, no, de aquí ya no salgo, en ataúd nada más…” Insiste a su madre Oscar García Guzmán, el Monstruo de Toluca.
La mamá, por su parte, concede todo el tiempo; ante la confesión de los asesinatos de su hijo sólo atina a decir: “Ay hijo”. Finalmente la señora expresa su amor, le dice un débil “Te quiero mucho, mucho”, el feminicida de 23 años no se siente merecedor del amor de su madre: “Chale mamá, me haces sentir mal, todavía me dices que me quieres…” interrumpe.
“Yo siempre te voy a querer hijo, lo he dicho, a mí no me importa lo que haya pasado, yo siempre te voy a querer, eres mi hijo y te voy a querer siempre siempre escúchalo…” y llora.
Cuando una llamada telefónica finaliza, te queda el eco de las palabras de quien llamó o llamaste, te queda el grato recuerdo de su rostro, de su fugaz cercanía. Y sientes como si a tu vida se le hubiera puesto un poco de orden ¿no?.